martes, 24 de noviembre de 2009

Niña

Capacidad para jugar, para imaginar, para sorprenderse, completo desconocimiento de lo que significa el qué dirán, inocencia...
¿Por qué alguien querría prescindir de algún elemento de la lista anterior? ¿Por qué, en definitiva, alguien querría olvidar lo que es ser un niño?
Una hermosa reflexión compartida el día anterior me ha llevado a reafirmarme en este hecho tan importante: sigo siendo una niña. Y me gusta. Esto no significa que no tenga responsabilidades, o que no asuma las consecuencias de ser "adulto": tengo que poner la lavadora, pagar los impuestos, ajustar los gastos para poder pagar la hipoteca, llevar a los niños al cole, preparar la cena cada noche... ¿Acaso todo esto está reñido con jugar, con imaginar, con ver la vida como la vería un niño, como la veía antes? "Seguir pensando que hay personas sin maldad".
No queramos crecer tan rápido, que tiempo hay de sobra para los palos de la vida.
Juega. Ríe. Corre. Ríete de tí mismo. Sueña. Imagina. Inventa. VIVE!
Encuentra tu niño.

domingo, 22 de noviembre de 2009

Y te vengo a buscar

E ti vengo a cercare
con la scusa di doverti parlare
perché mi piace ciò che pensi e che dici
perché in te vedo le mie radici.
(...Y te vengo a buscar
con la excusa de tenerte que hablar
porque me gusta lo que piensas y dices
porque en tí veo mis raíces)
No recordaba la hermosura de esta letra, en parte porque cuando la escuché por primera vez no debía de tener más de doce o trece años, y no presté la suficiente atención a esta maravilla.
Ahora, unos cuantos años después, me reencuentro con esta bella canción. Este párrafo, estas sencillas cuatro líneas, encierran tanto significado, una necesidad de encontrar una persona con la que te sientes a gusto, con la que recuerdes quién eres (...pues necesito tu presencia para entender mejor mi esencia...), de dónde vienes, qué es lo que te ha hecho quien eres ahora.
No creo que se refiera estrictamente a una pareja. Hay otras personas que te pueden hacer sentir lo que transmite esta canción. Un hijo, un amigo de la infancia, un compañero de toda la vida... En general cualquier persona que haga que te encuentres con la esencia de lo que eres, con tu parte más auténtica, la que olvida los qué diran, la que se deja guiar por su corazón y no por las opiniones ajenas, esa que era más espontánea en la niñez, esa que muchas personas olvidan que tenían.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

¿Dónde está la lluvia?

Esta falta de lluvia... todos los días hay un momento en el que parece que se va a cerrar el cielo e inmediatamente va a precipitarse todo el agua sobre nosotros. Pero qué va, es sólo un pequeño mosqueo. Sin ir más lejos, hace dos días estaba estudiando en la biblioteca y, como suele suceder desde hace varias semanas, me había llevado la bici. De pronto noté mucha oscuridad fuera de las ventanas, miré y vi un continuo de nubes gris-azulado como hacía tiempo que no había visto, de ésas que tanto me gustan. Pensé: es inminente, en menos de veinte minutos esto va a ser el diluvio. Recogí rápidamente para volver a casa, no fuera a ser que se me mojara mi querida bici. Ya en casa, no daba crédito. Miraba y miraba por la ventana y, debe ser que miraba en la dirección equivocada, veía nubes blancas y claros. ¿Dónde se habían metido esos preciosos nubarrones? ¿Por qué, lluvia, por qué te haces tanto de rogar? Todos los días tenemos un momento que parece que sí, que se va a decidir, incluso con un poco de voluntad se respira ese frescor que anticipa las buenas lluvias. Pero, aunque pueda resultar paradójico, todo queda en papel mojado. Y un poco más al norte, los embalses desaparecen y sólo queda un pequeño testigo de lo que una vez fue un río.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Hace bastante que no actualizo nada de por estos lares. ¿Qué decir al respecto? Bueno, la conciencia tiene mucho que ver en esto. Desde que empezó la academia mis hábitos han cambiado. Me refiero a mis hábitos de estudio sobre todo. Un día, creo que fue la tercera semana de clase, salí de la academia un poco frustrada, porque todo de lo que nos hablaban me sonaba de haberlo estudiado en la carrera, pero todos esos conocimientos se habían esfumado de mi cabeza con el paso del tiempo. Sabía que en su momento, hace más de diez años, había llegado a comprender esos conceptos, e incluso había podido resolver problemas, lo cual para mí era todo un logro. Sobre todo teniendo en cuenta la paupérrima base matemática con la que aterricé en ese aula 3208, en primero de carrera. Tres años después ya había conseguido aprobar todas las asignaturas de matemáticas de primero. No está mal. Nada mal.
Pues bien, tras ese pequeño golpe a mi intelecto, decidí que tenía que recuperar lo que había perdido. Me propuse muy firmemente empezar la semana (dos días después) yéndome a estudiar a la biblioteca de matemáticas, a empaparme de esa ciencia y esa sabiduría que se me habían escapado. Estuvo bien, porque mi concentración y mi entusiasmo comenzaron a aumentar y poco a poco fui despertando esas neuronas que habían desenmarañado años atrás los misterios del álgebra. Mi humor mejoró, y con él aumentó la confianza en mí misma. Ahora ya me salían las cuentas y podía estudiar unas cinco horas seguidas cada mañana. Claro, pagando un precio...
Lo que he dejado de hacer ahora no me preocupa en absoluto. Antes de septiembre me propuse que iba a (y esta ya iba a ser la definitiva) dejar la casa en perfecto orden, absolutamente limpia, vamos, que iba a estar irreconocible. Sí, al principio la casa estaba bastante ordenada, pero los niños no dejan de ser niños y cumplen su papel a la perfección (¿he comentado la historia de los galos, los irreductibles que trataron de conquistarnos desde la habitación de la entrada?). Pues todo ese orden y toda esa limpieza me quitaban momentos de estudio y, claro, pasadas dos horas de tareas domésticas, la conciencia ya no sabía cómo gritarme que me pusiera a estudiar. Se pasa mal, cuando quieres dedicarte a dos cosas simultáneamente cuando esas dos cosas son tareas incompatibles. (puedes hacer la casa mientras escuchas música o mientras ves la tele, pero no mientras tratas de demostrar un teorema).
Así que ahora estoy volviendo a disfrutar las matemáticas y su estudio, pero cuando llego a casa tengo que sortear las pelusas que me vienen a recibir agitando sus ácaros por doquier y tengo que tener cuidado por dónde piso para no estropear esa camiseta que se ha caído pero que en realidad está recién cogida de la cuerda y aún está esperando para que se le planche, o en su defecto, que se meta en el armario, cuidado no pises ese coche ni esa pieza de construcción, etc, etc.