viernes, 9 de enero de 2009

Nieve y el nuevo chico del barrio

Segundo día de clase tras las vacaciones de Navidad (como siempre, cortísimas, algo en lo que estamos de acuerdo los alumnos y yo).

Hay cosas que tenían que haber sucedido varios días antes o unas horas antes. Como la gran nevada de hoy. Por misteriosas razones que todavía no he acabado de comprender, hoy he llegado 10 minutos antes de empezar las clases (y no 10 minutos después como ha pasado más de un día...). Por la mañana, al asomarme a la ventana, me había parecido ver hielo sobre los coches, de modo que he pensado que mejor dejamos lo de la moto para otro día mejor. Cuando he ido a coger el coche dispuesta a atacar con mi mejor caja de cd la inmensa capa de hielo que suponía habría sobre el parabrisas, me he dado cuenta de que lo que yo veía blanquecino desde la ventana no era hielo, sino nieve. Vaya, por unos pocos días no podemos cantar lo de blanca Navidad. Bueno, pues al llegar al cole, nada más aparcar el coche, ha empezado a nevar. Y no ha parado. Los que vivís en Madrid lo habréis podido ver. Impresionante. Como es fácil de imaginar, dar clase hoy ha sido bastante complicado, ya que tanto los chicos como yo estábamos más embobados mirando por la ventana que centrados en el tema de las plantas. Se nos ha quedado un paisaje precioso, y cuando he vuelto a casa me he encontrado con...



...un nuevo chico en el barrio. Debía de llevar unas cuantas horas allí, y ya estaba un poco perjudicado. Su nariz de zanahoria se había caído al suelo y sus ojos de castaña de su pequeña cabecita miraban hacia arriba, buscando ese alimento níveo que necesitaba para seguir existiendo. Alzaba los brazos finos como ramitas hacia ese cielo que debía proporcionarle el sustento. Gesto inútil y desesperado. Qué efímera será su vida. Mañana, cuando baje a la calle, sólo quedará un montón de restos blancos mezclados con castañas de ese pequeño hombrecito que, en un día frío y blanco como hoy, quiso venir a vivir a este barrio.

viernes, 2 de enero de 2009

2 de enero

La fecha me obliga a empezar diciendo Feliz Año Nuevo. Escucho estas tres palabras muy a menudo, y a veces me pregunto qué queremos decir con ello. A veces me pregunto si no las diremos como un mero cumplido sin reparar en su verdadero significado. Exactamente igual a lo que sucede cuando escucho a alguien decir Feliz Navidad. A veces pienso si no nos estamos olvidando del significado de las palabras y simplemente las decimos porque toca, o porque queda bonito, o vete tú a saber por qué. Reconozco que cada año me cuesta más lo de las uvas. Y eso que a mí lo de los rituales me va, quiero decir, los rituales a los que damos un significado especial (la maternidad también me ha hecho prestar más atención a los pequeños rituales diarios que necesitan los niños -no los llamemos rutinas, mejor rituales- ). Y es que creo que la Nochevieja está mal situada en el calendario. Debería celebrarse justo el día del solsticio, ya que ese es el origen de las fiestas que estamos celebrando, el triunfo de la luz sobre la oscuridad y la vuelta del Sol. Entiendo la dificultad, ya que cada año puede caer en un día distinto, pero creo que sería mucho más adecuado, no?